Como docente, imagina un escenario en el que la herramienta central de acceso, modelaje y motor del aprendizaje sea el pensamiento. Imagina un contexto de aprendizaje en el que el pensamiento sea valorado. Imagina un aula en el que los procesos en base a los que los diferentes agentes generan vínculos y conexiones metacognitivas salen a luz. Es probable que estemos hablando de un contexto sumergido en una Cultura de Pensamiento (Ritchhart, 2015). 
Uno de nuestros retos como equipo se centra en investigar el impacto que genera en diferentes entornos de aprendizaje (virtuales o presenciales) visibilizar los procesos cognitivos de todos los agentes que intervienen con el fin de promover procesos de pensamientos rango superior.   

​

Uno de los grandes desafíos que como docentes asumimos es decidir qué es lo que nuestros estudiantes deben aprender, cómo deben hacerlo y cuál es su sentido. El marco de Enseñanza para la Comprensión nos coloca en una posición de reflexión constante sobre aquello que merece la pena ser aprendido para resolver problemas que aún están por definir (Perkins, 2014). 
Otro de nuestros retos como equipo de investigación se centra en investigar el impacto que genera en el aprendizaje el desarrollo curricular a partir de grandes preguntas, poniendo el foco en la evaluación del desempeño.